Los Cinco Minutos de María |
Con mucha frecuencia veían los ángeles a la Virgen de Nazaret recluirse en la intimidad de su casa, entregada al rezo de los salmos, alabando a Yavé y por cierto que ninguna alabanza subiría de la tierra al cielo más aceptada a la divina Majestad que la oración ferviente de aquella jovencita de Nazaret.
Tan agradable le fue aquella oración que le envió el ángel Gabriel con un saludo jamás oído y nunca recibido por criatura alguna humana o angelical: Ave María, llena de gracia.
Nuestra Señora, ante el comportamiento misterioso y adorable del Señor, guardó todo en su corazón.
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