CARTA
ENCÍCLICA
LUMEN FIDEI
DEL SUMO PONTÍFICE FRANCISCO
A LOS OBISPOS A LOS PRESBÍTEROS Y A LOS DIÁCONOS A LAS PERSONAS CONSAGRADAS Y A TODOS LOS FIELES LAICOS SOBRE LA FE
LUMEN FIDEI
DEL SUMO PONTÍFICE FRANCISCO
A LOS OBISPOS A LOS PRESBÍTEROS Y A LOS DIÁCONOS A LAS PERSONAS CONSAGRADAS Y A TODOS LOS FIELES LAICOS SOBRE LA FE
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Fe y
teología
36. Al
tratarse de una luz, la fe
nos invita a adentrarnos en
ella, a explorar cada vez
más los horizontes que
ilumina, para conocer mejor
lo que amamos. De este deseo
nace la teología cristiana.
Por tanto, la teología es
imposible sin la fe y forma
parte del movimiento mismo
de la fe, que busca la
inteligencia más profunda de
la autorrevelación de Dios,
cuyo culmen es el misterio
de Cristo. La primera
consecuencia de esto es que
la teología no consiste sólo
en un esfuerzo de la razón
por escrutar y conocer, como
en las ciencias
experimentales. Dios no se
puede reducir a un objeto.
Él es Sujeto que se deja
conocer y se manifiesta en
la relación de persona a
persona. La fe recta orienta
la razón a abrirse a la luz
que viene de Dios, para que,
guiada por el amor a la
verdad, pueda conocer a Dios
más profundamente. Los
grandes doctores y teólogos
medievales han indicado que
la teología, como ciencia de
la fe, es una participación
en el conocimiento que Dios
tiene de sí mismo. La
teología, por tanto, no es
solamente palabra sobre
Dios, sino ante todo acogida
y búsqueda de una
inteligencia más profunda de
esa palabra que Dios nos
dirige, palabra que Dios
pronuncia sobre sí mismo,
porque es un diálogo eterno
de comunión, y admite al
hombre dentro de este
diálogo[33]. Así pues, la
humildad que se deja « tocar
» por Dios forma parte de la
teología, reconoce sus
límites ante el misterio y
se lanza a explorar, con la
disciplina propia de la
razón, las insondables
riquezas de este misterio.
Además, la teología
participa en la forma
eclesial de la fe; su luz es
la luz del sujeto creyente
que es la Iglesia. Esto
requiere, por una parte, que
la teología esté al servicio
de la fe de los cristianos,
se ocupe humildemente de
custodiar y profundizar la
fe de todos, especialmente
la de los sencillos. Por
otra parte, la teología,
puesto que vive de la fe, no
puede considerar el
Magisterio del Papa y de los
Obispos en comunión con él
como algo extrínseco, un
límite a su libertad, sino
al contrario, como un
momento interno,
constitutivo, en cuanto el
Magisterio asegura el
contacto con la fuente
originaria, y ofrece, por
tanto, la certeza de beber
en la Palabra de Dios en su
integridad.
[33] Cf.
Buenaventura, Breviloquium,
Prol.: Opera Omnia, V,
Quaracchi 1891, p. 201; In I
Sent., proem., q. 1, resp.:
Opera Omnia, I, Quaracchi
1891, p. 7; Tomás de Aquino,
S. Th. I, q. 1.
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