San Martín de Tours
Obispo
Año 397
Que el simpático San Martín nos
obtenga de Dios la gracia
de recordar siempre que todo favor que hacemos al prójimo
lo recibe y lo paga Jesucristo, como si se lo hubiéramos
hecho a Él en persona.
de recordar siempre que todo favor que hacemos al prójimo
lo recibe y lo paga Jesucristo, como si se lo hubiéramos
hecho a Él en persona.
Si tenéis fe, nada será
imposible
para vosotros (Jesucristo. Mt. 17,20).
para vosotros (Jesucristo. Mt. 17,20).
Martín
significa: "el batallador". (De Mart = batalla).
San
Martín es un gran santo queridísimo para los franceses, y
muy popular en todo el mundo.
Nació
en Hungría, pero sus padres se fueron a vivir a Italia. Era
hijo de un veterano del ejército y a los 15 años ya vestía
el uniforme militar.
Durante
más de 15 siglos ha sido recordado nuestro santo por el hecho
que le sucedió siendo joven y estando de militar en Amiens
(Francia). Un día de invierno muy frío se encontró por el
camino con un pobre hombre que estaba tiritando de frío y a
medio vestir. Martín, como no llevaba nada más para
regalarle, sacó la espada y dividió en dos partes su manto,
y le dio la mitad al pobre. Esa noche vio en sueños que
Jesucristo se le presentaba vestido con el medio manto que él
había regalado al pobre y oyó que le decía: "Martín,
hoy me cubriste con tu manto".
Sulpicio
Severo, discípulo y biógrafo del santo, cuenta que tan
pronto Martín tuvo esta visión se hizo bautizar (era
catecúmeno, o sea estaba preparándose para el bautismo).
Luego se presentó a su general que estaba repartiendo regalos
a los militares y le dijo: "Hasta ahora te he servido
como soldado. Déjame de ahora en adelante servir a Jesucristo
propagando su santa religión". El general quiso darle
varios premios pero él le dijo: "Estos regalos
repártelos entre los que van a seguir luchando en tu
ejército. Yo me voy a luchar en el ejército de Jesucristo, y
mis premios serán espirituales".
En
seguida se fue a Poitiers donde era obispo el gran sabio San
Hilario, el cual lo recibió como discípulo y se encargó de
instruirlo.
Como
Martín sentía un gran deseo de dedicarse a la oración y a
la meditación, San Hilario le cedió unas tierras en sitio
solitario y allá fue con varios amigos, y fundó el primer
convento o monasterio que hubo en Francia. En esa soledad
estuvo diez años dedicado a orar, a hacer sacrificios y a
estudiar las Sagradas Escrituras. Los habitantes de los
alrededores consiguieron por sus oraciones y bendiciones,
muchas curaciones y varios prodigios. Cuando después le
preguntaban qué profesiones había ejercido respondía:
"fui soldado por obligación y por deber, y monje por
inclinación y para salvar mi alma".
Un
día en el año 371 fue invitado a Tours con el pretexto de
que lo necesitaba un enfermo grave, pero era que el pueblo
quería elegirlo obispo. Apenas estuvo en la catedral toda la
multitud lo aclamó como obispo de Tours, y por más que él
se declarara indigno de recibir ese cargo, lo obligaron a
aceptar.
En
Tours fundó otro convento y pronto tenía ya 80 mojes. Y los
milagros, la predicación, y la piedad del nuevo obispo
hicieron desaparecer prontamente el paganismo de esa región,
y las conversiones al cristianismo eran de todos los días. A
los primeros que convirtió fue a su madre y a sus hermanos
que eran paganos.
Un
día un antiguo compañero de armas lo criticó diciéndole
que era un cobarde por haberse retirado del ejército. Él le
contestó: "Con la espada podía vencer a los enemigos
materiales. Con la cruz estoy derrotando a los enemigos
espirituales".
Recorrió
todo el territorio de su diócesis dejando en cada pueblo un
sacerdote. Él fue fundador de las parroquias rurales en
Francia.
Dice
su biógrafo y discípulo, que la gente se admiraba al ver a
Martín siempre de buen genio, alegre y amable. Que en su
trato empleaba la más exquisita bondad con todos.
Un
día en un banquete San Martín tuvo que ofrecer una copa de
vino, y la pasó primero a un sacerdote y después sí al
emperador, que estaba allí a su lado. Y explicó el por qué:
"Es que el emperador tiene potestad sobre lo material,
pero al sacerdote Dios le concedió la potestad sobre lo
espiritual". Al emperador le agradó aquella
explicación.
En
los 27 años que fue obispo se ganó el cariño de todo su
pueblo, y su caridad era inagotable con los necesitados. Los
únicos que no lo querían eran ciertos tipos que querían
vivir en paz con sus vicios, pero el santo no los dejaba. De
uno de ellos, que inventaba toda clase de cuentos contra San
Martín, porque éste le criticaba sus malas costumbres, dijo
el santo cuando le aconsejaron que lo debía hacer castigar:
"Si Cristo soportó a Judas, ¿por qué no he de soportar
yo a este que me traiciona?".
Con
varios empleados oficiales tuvo fuertes discusiones, porque en
ese tiempo se acostumbraba torturar a los prisioneros para que
declararan sus delitos. Nuestro santo se oponía totalmente a
esto, y aunque por ello se ganó la enemistad de altos
funcionarios, no permitía la tortura.
Supo
por revelación cuándo le iba a llegar la muerte y comunicó
la noticia a sus numerosos discípulos. Estos se reunieron
junto a su lecho de enfermo y le suplicaban llorando:
"¿Te alejas padre de nosotros, y nos dejas huérfanos y
solos y desamparados?". El santo respondió con una frase
que se ha hecho famosa: "Señor, si en algo puedo ser
útil todavía, no rehuso ni rechazo cualquier trabajo y
ocupación que me quieras mandar".
Pero
Dios vio que ya había trabajado y sufrido bastante y se lo
llevó a que recibiera en el cielo el premio por sus grandes
labores en la tierra.
El
medio manto de San Martín (el que cortó con la espada para
dar al pobre) fue guardado en una urna y se le construyó un
pequeño santuario para guardar esa reliquia. Como en latín
para decir "medio manto" se dice
"capilla", la gente decía: "Vamos a orar donde
está la capilla". Y de ahí viene el nombre de capilla,
que se da a los pequeños salones que se hacen para orar.
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