"Nosotros no poseemos la verdad, es la Verdad quien nos posee a nosotros. Cristo, que es la Verdad, nos toma de la mano". Benedicto XVI
"Dejá que Jesús escriba tu historia. Dejate sorprender por Jesús." Francisco

"¡No tengan miedo!" Juan Pablo II
Ven Espiritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía, Señor, tu Espíritu para darnos nueva vida. Y renovarás el Universo. Dios, que iluminaste los corazones de tus fieles con las luces del Espíritu Santo, danos el valor de confesarte ante el mundo para que se cumpla tu plan divino. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

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martes, 2 de octubre de 2012

Con la Biblia en la mano: El género apocalíptico en el Antiguo Testamento



Introducción
Un nuevo movimiento teológico y literario se descubre en los libros escritos en la época judaica después del exilio. No son meras reflexiones literarias, encierran en ellos una concepción filosófica y teológica del mundo y de la historia que nos sitúan ante un momento histórico de evolución del pensamiento. “Apokalypsis” es un término griego, significa revelación. El género apocalíptico, según W. Baumgartner, tiene unos rasgos característicos en sus descripciones, de los que subraya: impaciencia escatológica, cálculo preciso del fin de los tiempos, amplitud y fantasía de la historia, horizonte cósmico e histórico universal, simbolismo de los números y lenguaje esotérico, doctrina de los ángeles y esperanza del más allá…

Aunque algunas veces los profetas se han valido de estas descripciones no se puede emparejar profecía con apocalíptica, no hay que hacerlo. Para el profeta la irrupción de Dios en la historia implica un rechazo de las actitudes religiosas tradicionales que daban lugar a una infidelidad radical. Dios irrumpirá con una nueva alianza, hará nuevas todas las cosas, todo lo viejo pasará, solo pide al hombre una actitud de conversión, de querer ser fiel a Dios. En la apocalíptica la irrupción de Dios al fin de los tiempos será para premiar la observancia de la ley en su sentido más estricto y literal.

Los escritos apocalípticos se tienen que situar más bien en la mentalidad de la tradición sapiencial. El papel del sabio que se coloca como el que penetra en el oscuro misterio de los designios de Dios. Su ciencia está fundamentada en numerosos planteamientos cosmológicos y astronómicos. Su preocupación fundamental es el conocimiento de la historia y de la naturaleza para saber interpretar su fin último. Se caracterizan estos autores por pecar de deterministas: “Dios ha determinado para todas las naciones y para todos los hombres sus tiempos”. La doctrina apocalíptica se mueve por tanto en una visión universal de los designios de Dios. Otra característica de estos escritos es el utilizar recursos históricos normalmente anteriores y fingir lugares es para situar la narración fuera de lo real, uniéndolo además a una gran riqueza de elementos metafóricos y simbólicos. Todo esto da a la literatura apocalíptica ese aire misterioso y esotérico que frecuentemente crea tantos problemas a la hora de interpretar el mensaje. Con todo esto, es en la época histórica posterior al exilio donde toma auténtico interés el género apocalíptico en los profetas y aunque existen infiltraciones de este género en profetas anteriores, por las semejanzas literarias, son sin duda añadidos de esta última hora.

Esta literatura teológica bíblica produjo un lenguaje y un mensaje específicos en los que reina un pesimismo radical respecto al presente, considerándolo como la época del mal y del reinado de Satanás. Todas sus páginas marcan una visión dualista, que oponen al presente frente a un futuro en el que triunfará el bien. En una lucha vivida en la esperanza de un Mesías aniquilador y vencedor del propio Satanás. El reino de Dios al final de la historia se alzará triunfante en unos cielos y una tierra nueva donde la humanidad será salvada al ser aniquilado este mundo presente. En esta época histórica, la espera de una intervención de Yahvé  se hace tan necesaria y urgente, ante la desesperanza del presente, que suspiran por la eminencia de un futuro que deje de ser terreno para convertirse en una existencia atemporal.


Los profetas posteriores a la cautividad babilónica.
La vuelta de los hebreos a la tierra de Palestina, por edicto del rey persa Ciro en el año 538 (Esdras 1,2-4), se ve envuelta en una desilusión nacional. La restauración fue penosa y poco motivadora. Podemos destacar en este período estas características:

  • Una fuerte acentuación apocalíptica y escatológica ante la idea mesiánica.
  • Desarrollo de una religión legalista impulsada por la influencia de los líderes sacerdotales, basando todo compromiso religioso en el culto del Templo, ritos…
  • La vuelta a la tradición –es en esta época cuando los escribas redactan las grandes epopeyas sagradas-.

Estas ideas se reflejan en los escritos de los profetas postexlio.


Ageo
Se caracteriza por sus esfuerzos en estimular a los judíos repatriados en la reconstrucción del templo de Jerusalén. Que se terminó entre el 520 y el 515 a.C.

Su mensaje profético va encaminado a impulsar y animar para recuperar la gloria de la casa de Yahvé Sebaot, incluso haciendo un llamado universal a todos las gentes, para hacer real esa reconstrucción, pero después de una catastrófica sacudida de toda la naturaleza creada (2, 1-9).


Zacarías
Es una obra muy interesante pues en ella se encuentra el profetismo veterotestamentario con el nacimiento del judaísmo y los principios del género apocalíptico. A pesar de utilizar visiones para comunicar su mensaje, anuncia una esperanza próxima, a fin de consultar al pueblo desanimado. Pone su fuerza de liderazgo en el sacerdocio, la realeza tiene un papel secundario y el profetismo tampoco lo considera con fuerza suficiente para levantar el ánimo del pueblo. El libro sin duda se lo puede atribuir a dos autores, pues como en el libro de Isaías, se distinguen dos manos y dos épocas notablemente diferentes.

El primer Zacarías (capítulos 1 a 8) y el segundo Zacarías (Capítulos 8 a 14).
  • Zacarías fue contemporáneo de Ageo. Comienza su predicación en octubre del 520 a.C.
Su estilo se podría situar, como Ezequiel, en la escuela barroca, llena de imágenes y símbolos. Sus oráculos en prosa están estructurados en ocho visiones surrealistas mucho más cargadas y densas en detalles que las narraciones de Amós.
  • La segunda parte de este libro está escrito en poesía. Contiene tradiciones literarias de épocas muy distintas, que fueron reunidas por un autor desconocido, sin duda de la época helénica, pues en el poema 9,1-17 aparece Alejandro Magno en su conquista de las ciudades sirio-palestinas. La salvación definitiva se describe con la victoria de Yahvé contra los enemigos de Israel, simbolizada en hechos presentes. A pesar de reflejar una situación político-religiosa en crisis, a lo largo de todo el texto podemos destacar un siglo de esperanza ante la figura mesiánica de un rey pacificador y manso que se acerca triunfante en un borrico (8,9-10), pasaje que fue tomado en los evangelios para la entrada de Jesús en Jerusalén. Es un personaje escatológico que se encuentra más allá de la historia. Con ello desaparece el concepto tradicional del poder terreno político-militar del mesianismo davídico. Zacarías marca el paso de un mensaje profético escatológico a un mensaje apocalíptico, más allá de la historia.


Malaquías
Profeta desconocido que recibe este nombre del versículo 3,1 “mensajero de Yahvé”. Aunque se presenta al final de los libros proféticos, fue compuesto entre Ageo y Zacarías reorganizado en la época de Estradas-Nehemías. Contiene seis diálogos de fuerte recriminación sacerdotal y cultura, muy preocupado también por la moralidad de costumbres, sobre todo por la pureza del matrimonio. Desde el comienzo anuncia una nueva era abierta a una integración universal en el culto al único Señor del cielo y de la tierra (1,11). También es interesante destacar dos mensajes de esperanza recogidos en la tradición cristiana: 3,1-5 el mensajero del Señor que purifica y limpia como fundidor y batanero. El segundo texto es el anuncio de la vuelta de Elías como precursor de la era mesiánica 3,24-25.


Abdías
Desconocido profeta. Es el escrito más breve del Antiguo Testamento, con sólo 21 versículos, sin duda compuesta en dos épocas (versículos 1-15 y versículos 16-21) pero la redacción final es post exilio. Contiene un duro ataque contra los edomitas, descendientes de Esaú, enemigos tradicionales de Israel, que se oponían a la reconstrucción del Estado.


Joel
Hijo de Petuel, se le sitúa hacia el 400 a.C. Predicador de la penitencia como preparación para “el día de Yahvé”. Este pequeño libro, está estructurado en dos escenas:

Capítulos 1-2: Nos narra dos plagas endémicas de la agricultura oriental, la sequía y la invasión de Langostas: termina esta primera parte con una solemne liturgia penitencial.
Capítulos 3-4: Se introduce en la corriente apocalíptica. Acentuando la piedad cultural y legalista. Es interesante recordar que el versículo 3,12 fue tomado por S. Pedro en su discurso de pentecostés “Después de esto yo derramaré mi espíritu”. En los últimos días el espíritu del Señor será derramado sobre toda la comunidad (Conforme Romanos 5,5) pero el profeta termina con la cólera divina derramada sobre los impíos en el valle de Josafat. (en hebreo “Dios Juzga”), en Jerusalén.

En algunos profetas anteriores a esta época como Ezequiel (38-39) encontramos escenas apocalípticas en las visiones explosivas y en las escenas del triunfo divino sobre la derrota de su enemigo. Los capítulos apocalípticos del libro de Isaías son sin duda de esta época: El gran Apocalipsis (Isaías 24-27) destacándose la imagen del banquete 25, 6ss-8 y el canto de la resurrección 26,14-19 donde la muerte será eliminada. El Apocalipsis menor (Isaías 34-35) Veremos escenas de lucha entre tinieblas, juicios, cólera… destrucción. Capítulo 34 y el triunfo de la luz, con imágenes de florecer, salud, alegría del bien que triunfa capítulo 35.

Sin duda nos queda por comentar la gran figura apocalíptica del profeta Daniel que merece todo un capítulo.




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