Del libro que edita cáritas cada año en Adviento y Navidad.
Hacemos esta oración sobre el Salmo 147.
Judíos, cristianos y musulmanes
glorifican a Dios en Jerusalén.
El muro de las Lamentaciones
es súplica rítmica permanente,
guarda en sus piedras al alma del pueblo.
Los Santos Lugares, la Vía de la Cruz,
basílicas y cenáculos
con lámparas encendidas,
son testigos de la fe cristiana
que renueva los misterios pascuales del Señor.
Las mezquitas resplandecientes
recogen la oración fervorosa del Islam
y el buen olor de sus purificaciones, ayunos y limosnas.
Todos glorifican al Señor y alaban a Dios,
que acoge las oraciones de sus hijos,
porque es compasivo y misericordioso.
Pero no es éste el culto que Dios prefiere.
Estamos todavía preguntando
si es en Jerusalén o en el Garizín,
si en el Muro, en la Mezquita o en la Basílica.
Rezamos a Dios en Jerusalén,
pero no hay paz en sus fronteras.
Dará gloria a Dios Jerusalén
el día en que no se vean por sus calles soldados,
el día en que no se
refuercen los cerrojos de las puertas
y no haya controles para pasar de una parte a otra,
el día que puedas pasear por la ciudad
sin miedo a atentados terroristas.
El día en que todos se estrechen las manos,
olvidando ofensas y heridas seculares,
el día en que unan
las manos en la lucha por la Paz,
por la libertad y la erradicación de la pobreza
y todos se sacien con flor de harina.
El día que juntos levanten las manos para rezar a Dios,
en un lugar o en otro, y Dios pudiera oír que todos
le llaman Padre. Y entonces Dios si “bendeciría
a sus hijos dentro de Jerusalén”. Amén.
Margarita
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